jueves, 30 de octubre de 2025

Tumbagón, el dulce mexicano de la fidelidad

Cortesía Turismo de Guanajuato

    A veces, las formas y las presentaciones en gastronomía son ciertamente importantes porque delatan las historias (reales o ficticias) que hay detrás de una elaboración.

    Eso es lo que ocurre con el tumbagón, el más famoso de los dulces de la ciudad de San Miguel de Allende, una preciosa localidad del estado mexicano de Guanajuato.

    El nombre de este postre proviene de un anillo (“tumbaga”) que solía entregarse a los monjes al ordenarse como símbolo de fidelidad a su fe y a sus votos.


Cortesía Turismo de Guanajuato

    Debido a la aleación que lo conformaba, era tremendamente frágil y quebradizo. Motivo por el cual había que tener mucho cuidado en que no se rompiera.

    De origen francés, esta receta (traída por unos frailes que se instalaron en la ciudad) se elabora a base de harina, azúcar glass, agua, naranja agria, anís y canela.

    Éstos son sus principales ingredientes, aunque, como suele ocurrir en cualquier receta, siempre hay quien le pone su pequeño toque personal y secreto para diferenciarlo de los otros.

    En todo caso, con el paso de los años han ido apareciendo nuevas “actualizaciones” hasta encontrarlos en las vitrinas y mostradores de las pastelerías con sabores a fresa, nuez, chocolate, cajeta (muy parecido al dulce de leche), coco o vainilla.

    Si se pide en restaurantes y cafeterías de la ciudad (para acompañar un café o como postre) se pueden ver presentados en el plato con una bola de helado o una base de crema.

    Con textura de oblea crujiente y forma cilíndrica de anillo, no solo hay que probarlos, sino que es uno de esos regalos, para familia y amigos, con los que siempre se acierta. Suele ser también un bonito detalle para regalar en bodas y todo tipo de eventos.

    La bonita leyenda que gira en torno a esta golosa tentación tiene mucho que ver con la manera de comerlo.


Cortesía Turismo de Guanajuato

    Debe introducirse en su interior el dedo menique y morderlo por la mitad. Éste es el momento decisivo porque, si en ese instante, se rompe significa que la persona es infiel. Todo un atrevimiento comerlo delante de la pareja. Un gracioso juego “delatador de infidelidades”.

  Este clásico de la repostería sanmiguelense puede encontrarse en la mayoría de sus dulcerías y pastelerías.

    Les podría hablar de esta bellísima ciudad, declarada por la UNESCO Patrimonio de la Humanidad en el 2008, desde diferentes vertientes.




    Entre otras, de su importancia histórica durante el virreinato de la Nueva España y su privilegiada ubicación (defendiendo el antiguo Camino Real que formaba parte de la Ruta de la Plata que lo conectaba con Zacatecas), de su arquitectura, de sus iglesias (en la que destaca especialmente la parroquia de San Miguel Arcángel) y conventos, de la figura de uno de los más importantes personajes de la historia de México como Ignacio Allende, de su animada vida cultural y de la cantidad de galerías de arte que tiene, de su ambiente cosmopolita o del gran número de extranjeros que la eligieron como residencia permanente por su buena calidad de vida.





    Una ciudad con tantas vertientes y posibilidades que no pueden aglutinarse en pocas palabras.



    Por tal razón, hoy quiero céntrame es la faceta culinaria poniendo especial atención en este dulce porque, si viajar es descubrir, también se descubre con el paladar.

    En definitiva, un aliciente más, de los muchos que hay, para conocer San Miguel de Allende.



    Finalizo indicando que estos párrafos se publicaron en la web del diario español LA RAZÓN el 21 de octubre de 2025.

Tumbagón, el dulce mexicano de la fidelidad



Datos útiles.

¿Dónde dormir? Un precioso hotel boutique muy recomendable, con una buena relación calidad/precio, es Casa Primavera  (Hotel Casa Primavera - Hotel En San Miguel de Allende).




¿Dónde comer? La oferta gastronómica y de restaurantes en San Miguel de Allende es amplia y variada. Aconsejaría, entré otros, los siguientes:  restaurante Los Milagros, restaurante La Doña, restaurante Florios y restaurante Hanks. 



Guía Local. Si el viajero desea conocer con más profundidad datos, circunstancias y anécdotas históricas de esta preciosa ciudad virreinal es muy conveniente ir acompañado de un guía local. Sin duda, la mejor forma de saber más de una de las localidades más bonitas de México.






viernes, 24 de octubre de 2025

Conociendo el mercado Hidalgo de Guanajuato

 

  Siempre se ha dicho que, para conocer una ciudad, para saber cómo respira, es conveniente visitar sus mercados. Es, en cierta manera, una forma de tomarle el pulso. 



    Recientemente estuve en la ciudad de Guanajuato, considerada también la "Capital Cervantina de América". Tenía tantas ganas de visitarla que, como suelo hacer, antes de viajar me interesé por los diferentes lugares y los distintos alicientes que hay por descubrir, visitar y experimentar.



    La espectacular escalera de su centenaria y famosa Universidad, la basílica de la Nuestra Señora de Guanajuato, el callejón del beso, el imponente teatro Juárez, subir al mirador del Pípila, conocer la Alhondiga de las Granadillas (este representativo edificio, ahora convertido en museo y construido durante el virreinato, fue escenario de los primeros episodios de la guerra de independencia), el mercado Hidalgo, realizar una “callejonada” con una “estudiantina” (similar a una tuna universitaria), entrar en el Museo Iconográfico del Quijote (que atesora la mayor colección de obras de arte del mundo inspirada en  figura de Don Quijote de la Mancha), etc., etc.  son algunas de las muchas posibilidades que ofrece esta preciosa ciudad.



    Como no podría ser de otra forma, una de mis visitas fue al mercado Hidalgo; el más importante de todos.



    Un verdadero regalo para los sentidos ver el bullicio, la animación y la gran afluencia de personas que se acercan diariamente debido a la variedad de productos que se ofertan. Textiles de todo tipo, obras de artesanía, carnes, pescados, frutas y verduras, puestos de sombreros, joyerías, dulces típicos, cerámica, abarrotes, floristerías, tiendas de chiles y especias… la lista es interminable. Todo ello, junto a una infinidad de puestos donde probar lo mejor de la gastronomía local.



    Una de las curiosidades del edificio (erigido sobre los terrenos de los que fuera una antigua plaza de toros) es la impactante majestuosidad y dimensiones de su puerta de entrada principal construida (con cantera rosa y rematada con un gran arco de medio punto).



    Inaugurado como mercado en 1910 por Porfirio Díaz, esta emblemática construcción, ideada inicialmente para ser una estación de ferrocarril, tiene unos grandes ventanales que dan mucha luminosidad al interior. Todo el conjunto está coronado en la parte superior por una gran cúpula.



    En el centro de este gran mercado de dos alturas descubrimos una escalinata engalanada de flores, presidida por la Virgen de Nuestra Señora de Guanajuato, muy venerada en la ciudad.



    Como no podía faltar en ningún mercado, y menos en uno mexicano, el área dedicada a la alimentación tiene un lugar preferente. Infinidad de pequeños restaurantes ofrecen lo mejor de sus habilidades culinarias para comer o beber. Tacos, carne mechada, milanesas, pozole, quesadillas, carnes a la plancha, guisados, huevos al gusto, malteadas, jugos, tortas, enchiladas mineras, caldo de camarón, guacamayas, licuados, rollos de guayaba rellenos, charamuscas (dulce típico de Guanajuato), etc., etc.






    Un lugar icónico de la ciudad del que conviene recordar que el diseño de toda la estructura, así como la torre del reloj, corrieron a cargo de Alexandre Gustave Eiffel, constructor de la Torre Eiffel de París.






    En definitiva, una vista obligada en la ciudad de Guanajuato que va más allá del propio mercado, ya que contiguo a él encontramos el mercado de Gavira, con numerosos puestos de comida, y un espacio al aire libre junto a la plaza colindante con venta de textiles, recuerdos y artesanía.









martes, 21 de octubre de 2025

Subiendo al Mirador del Pípila

    

    Mencionar la palabra Guanajuato es referirse a una de las ciudades más bonitas de México. Capital del estado del mismo nombre, la UNESCO declaró a “la ciudad histórica y a las minas adyacentes” Patrimonio Mundial de la Humanidad en 1988.



    Muchos son los argumentos, de la más diversa índole, que invitan a visitarla.



    Su fascinante historia e importancia económica en época virreinal, la gran riqueza minera de este territorio que llegó a ser en el XVIII uno de los grandes centros de extracción de plata del mundo, sus impresionantes templos, su centenaria Universidad, el irregular diseño urbanístico provocado por la orografía del terreno, sus arraigadas tradiciones (muchas de ellas, de reconocible influencia española), la especial conexión con Miguel de Cervantes y su obra literaria (llegando a afianzarse, con más de cincuenta ediciones a sus espaldas, el prestigioso Festival Internacional Cervantino) o su gastronomía, son acicates suficientes para que Guanajuato se encuentre en un lugar privilegiado de su nuestra agenda de futuros viajes.





    Tuve la suerte de conocerla hace poco tiempo y, sabedor de la dificultad de resumir sus encantos en unos párrafos, diría que mucho de lo que quiero expresar sobre ella el viajero lo apreciará desde el más importante de sus miradores.

    Me refiero al mirador del Pípila (llamado así por la gran estatua, construida con cantera rosa, erigida en honor a un minero –Juan José de los Reyes Martínez, apodado el “Pípila”- que formó parte de las tropas de Miguel Hidalgo teniendo un papel decisivo en la toma de la Alhóndiga de Granaditas, donde se encontraba acuartelado el ejercito realista).



    Desde este privilegiado promontorio, visita desde luego inexcusable, descubriremos mucho de lo que ha sido y es Guanajuato. Por ejemplo, su ubicación en un valle rodeado de montañas (muchas de ellas, llevan en su vientre la riqueza de los minerales que la hicieron famosa y próspera durante siglos y que, aún a día de hoy, se extraen).



    Esta panorámica nos permite también entender su característico paisaje urbano, formado por calles estrechas, subidas y bajadas, miles de callejones y plazas de irregular trazado. Digamos que esta circunstancia es parte del ADN urbano de Guanajuato.



    Como curiosidad, están registrados más de tres mil callejones, algunos con nombres (fruto, en numerosos casos, de leyendas locales) tan singulares como del Infierno, del Beso (el más famoso y turístico de todos), de los Corazones, del Bueno, del Tecolote o de la Condesa.




    Dejar pasar el tiempo, mientras admiramos esta envidiable panorámica, nos permite distinguir sus grandes templos (de una majestuosa arquitectura virreinal en el que sobresale la Basílica de Nuestra Señora de Guanajuato, epicentro de la ciudad), el gran edifico de la Universidad con su famosa escalinata, el intenso verdor del jardín Unión o las coloridas casas que, trepando por las colinas que nos envuelven, van transformado poco a poco este paisaje.




    Para acceder hasta el mirador, además de la posibilidad de subir a pie, hay un cómodo funicular que se toma en las traseras del icónico teatro Juárez (uno de los más bonitos de México y otra parada obligada en nuestro recorrido).



    En apenas dos minutos llegaremos a lo alto de este cerro dominado por la gran estatua del Pípila.



    Descubriremos frente a nosotros la belleza de unas vistas sin igual de una ciudad que parece desplegar todos sus encantos deseosa de ser fotografiada desde una ubicación tan especial.



    Nada debe extrañar que este famoso mirador sea uno de los lugares más visitados de Guanajuato y mención obligada en cualquier guía turística.

    No hay dudas, desde este este gran balcón al aire libre, el viajero certificará la belleza de un lienzo único creado gracias a la fusión de la naturaleza colindante y la acción del hombre durante siglos.

    Finalizo indicando que estos párrafos fueron publicados en la web del periódico español LA RAZÓN el 17 de octubre de 2025.

Subiendo al Mirador del Pípila